La Fontana.
Con los pies a remojo mientras pescaban las
monedas arrojadas por los viajeros ilusionados con la leyenda de volver o
encontrar el amor. Bajo la mirada barroca de los petrificados caballos y el
dios del océano. A esta hora en que los transeúntes se mecían en las redes de
Morfeo. Durante el día los turistas se embelesaban con la belleza de la fuente
y también era un caladero perfecto donde echar el anzuelo, ante el descuido de
móviles y tablets fáciles para estos pícaros pescadores.
La merma de ingresos de miles de monedas durante
quince días para las arcas del consistorio, unida a la evaporación del recién
estrenado iphone de más de mil euros a un sobrino del alcalde en aquella plaza,
fue el detonante para que esa madrugada la zona se blindara de cámaras. Los
astutos pescadores sondeaban ahora el nuevo emplazamiento para sus capturas.