Secreto caníbal
Nos comimos a unos
cuantos vecinos para no defraudar el prestigio alcanzado como la tribu de los caníbales.
Nos habíamos convertido en un fenómeno viral. Teníamos la agenda completa para
una gira mundial los dos años siguientes, desde que a un concejal se le ocurrió
contratarnos para las fiestas y aligerar las cárceles de violadores, pedófilos
y asesinos. Los asistentes nos aplaudían mientras devorábamos la carne, que
para ellos era humana sometidos a la hipnosis colectiva de nuestro chamán. Entre
bambalinas los caimanes hambrientos nos hacían el trabajo sucio y mantenían
nuestro secreto a salvo, en su menú siempre incluíamos al concejal de turno.