Brindis final.
–Prefiero las ratas del
año pasado — dijo Emilio cuando al levantar la tapa de esa caja envuelta en
papel de estraza, el aguijón del alacrán rozó su mano. Un regalo envenado del
amigo invisible entre compañeros. Más parecido a un nido de víboras que a una
oficina. Dispuestos a despellejar a cualquiera para acceder a la vacante
jefatura. Uno de aquellos carroñeros hizo que el licor de almendras para el
brindis final, contuviera el suficiente cianuro.