Búnker musical.
Se asomó sola por la escotilla para ver amanecer la paz del nuevo día, tras esa interminable noche de sirenas y bombas en aquel refugio gris. La ansiada voz de la radio anunció la tregua, liberó la desazón de Irenka, que arrebujaba a su pequeño con su cuerpo. Él se sentía protegido y a salvo en el cobijo de su madre. Allí dentro para neutralizar los sonidos aterradores, en los inocentes tímpanos de aquellos niños, sonaron a todo volumen los violines primaverales de Vivaldi, los pianos mágicos de Mozart, e himnos alegres de Beethoven. Con Strauss y su marcha llegaron las palmas... y la calma.
Microrrelato para la radio.
ResponderEliminarQué bonito,Pablo!
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