Matanza romántica.
Desde una viga del techo de la cocina de mi abuela, impregnada de olor a cocido del puchero humeante en la lumbre, cuelgan las ristras de chorizos y morcillas de la última matanza. Ese gorrino consiguió reunir a toda la familia y amigos. Y me hizo afortunado al conocer a Isabel, la nieta de la vecina, mientras la contemplaba, los angustiosos chillidos del cerdo me sonaron a notas románticas. Ella atrapó mi mirada y mi pensamiento, me sonrió. Luego compartimos risas en esa cocina entretanto ayudábamos a embutir los chorizos, bajo ellos nos besamos, a modo de muérdago.
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