Al pie de la letra
—Ya
tengo los pies fríos—dijo aquel tipo desesperado por aparecer en el libro
Guiness de los récords. Llevaba caminando descalzo quince horas por el glaciar.
Tres horas más y lo habría logrado. Unos meses atrás logró figurar en el libro cuando
atravesó el desierto descalzo en pleno día, pero al día siguiente su amigo, el
envidioso, hizo lo mismo a pata coja. Esta vez ha tomado precauciones para
perpetuar la gloria del récord. Desde la hazaña del desierto su, hasta
entonces, amigo había desaparecido del mapa, se lo tragó la tierra,
literalmente. El engaño de las arenas movedizas le salió a pedir de boca.
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