Pintor
El
capataz me ha dado las instrucciones y estoy en medio de esta gran sala rodeado
de pinturas de colores, brochas y la enorme escalera. A medida que subo los peldaños
recuerdo mi fantasía de niñez, la de ser un artista del renacimiento
reencarnado. Y rememoro aquellos castigos frecuentes, sin paga, sin ir al cine,
sin helado, por cuestionar las enseñanzas y por desobedecer las órdenes, yo era
muy incrédulo y terco.
Horas
después he terminado el techo del parlamento. Escucho la puerta, es el
encargado y tres hombres con corbata. Él levanta la vista e intenta gritarme,
se lleva las manos al pecho y se derrumba. Mientras le auxilian, observo mi juicio
final con Eva y Dios, en mi versión femenina, besándose en los labios. Sin
rechistar, acepto mi despido como pintor de brocha gorda.
Vaya osadía!. Has mostrado una imagen muy moderna sobre el amor divino.
ResponderEliminarAquí el único artista eres tú, Pablo, que sí que lo pintas bien.
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