Sí esa era yo, me pintó pura, cuando aún confiaba en mi madrastra, que vendió mi ingenuidad pueril, ella misma me desnudaba y repetía que aquel artista me haría unos juegos que me iban a gustar. Ellos desdibujaron mi candidez, mi sonrisa virginal.
Luego
en mis primeros atisbos de razón, me sentí sucia. Rapé mi pelo, decidí parecer
un muchacho pícaro. Degollé como a un gorrino el pescuezo del pintor impotente
y hui lejos con el dinero de mi avara
madrastra. Ya no confío en nadie.
Mi relato en la primera ronda de la copa ENTC sobre el cuadro "Inocencia" de Pedro Sáenz.
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