Código
binario
Empezó a llorar como todos los días pares. Dedicados a tareas
desagradecidas: Planchar, fregar suelos, cocinar entre humos. Quedaba en casa
con el chándal raído, sin asearse, sin salir. Los días impares, reía y
tarareaba de camino al mercado, saludaba al panadero y charlaba sonriente en la
pescadería mientras esperaba su turno. Odiaba
los números pares. Un día decidió ir al casino y ganó en la ruleta con impar y
rojo. Días después le tocó la lotería, por supuesto, con todos los dígitos
impares. Por fin pudo pagar a la ingeniera robótica para anular aquel código
binario. Y lloró de alegría.
Microrrelato para REC (Relatos en cadena) para radio cadena SER. Frase fija de inicio: "Empezó a llorar..."
ResponderEliminarEl dinero soluciona muchas cosas. En un futuro como el que has dibujado con gran imaginación, en el que hombres y máquinas parecen confundirse, con una inversión económica la programación que desagrada puede cambiarse. Ojalá fuera todo así de sencillo, pero, quien sabe cómo será el futuro. Bueno, tú sí y, además, lo cuentas muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo, Pablo. Nos vemos pronto.
Gracias Ángel. Difícil aventurar el futuro. Sí, espero que nos veamos pronto. Un abrazo
EliminarImaginar una historia tan original empezando por la frase "empezó a llorar", me parece un arte. ¿Quizás influyó el que nacieras en día impar?
ResponderEliminarFelicidades, Pablo.
Jeje, lo de nacer un cinco, podría ser. Gracias Alicia.
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