Tiburón
Era lo único que podíamos
hacer por él, dadas las circunstancias. Todo empezó durante la campaña
electoral cuando en el mercado de abastos estrechó la mano de la pescadera,
apodada “La Meiga”. Ella, con voz de sirena saliendo de una caracola, le dijo al
oído:” Por la boca muere el pez”. Desde ese momento respiraba mejor bajo el
agua, en su espalda brotaba una incipiente aleta y emergieron escamas en su
piel. Metía la gamba en cada discurso y en los debates balbuceaba un diálogo de
besugos. Al fin le llevamos al zoo cuando sus afilados dientes se multiplicaron
y allí en el tanque nada entre tiburones.
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