Silla de ruedas
Lo sé, soy un nostálgico empedernido. La silla de ruedas es recurrente
en mi vida. Primero paseaba a mi abuelo en el asilo, luego entrené aquel equipo
de baloncesto en silla de ruedas y años después me rompí las dos piernas y fue
mi compañera inseparable tres meses. La morriña me ha ganado. He sustraído una
en urgencias. Y ahora recorro las residencias con el certificado, falso por
supuesto, de ser parapléjico. Por el día organizo carreras de sillas y por las
noches ajusto cuentas con profesores, entrevistadores y jefes. Todos los que me
humillaron. Mi coartada nocturna es perfecta. ¿Por qué no me prejubilarían
antes?