viernes, 18 de enero de 2019

Monólogo de una mosca


Monólogo de una mosca

Recorro el botón, el dedal y la tijera. Un joven acaba de comprar mermelada a una vendedora, corta una rebanada de pan y la unta de la confitura. Ese olor me obliga a volar hasta allí, donde me relamo. Una docena de mi especie me imitan. Nosotras las moscas tenemos una habilidad innata a base de movimientos rápidos de anticipación nos sentimos a salvo para esquivar manotazos de los humanos, que no siempre resulta infalible. El modisto con un golpe certero da al traste con siete de mis compañeras que pasarán a la historia nada más y nada menos que como gigantes aplastados. Así surge la leyenda del sastrecillo.

Las moscas siempre hemos tenido muy mala prensa, en ciertos cuentos fuimos maltratadas, obviadas y eliminadas. Y esas fábulas han llegado adulteradas. Sin ir más lejos, el sueño mítico de la bella muchacha, nos narraron que fruto de pincharse con la rueca, cuando el verdadero motivo fueron los picotazos de mis primas lejanas, las tse-tsé. También tergiversado porque la realidad es que la chica despertó cuando mis familiares rurales, los tábanos, mordisquearon su cara y sus labios, y no por el beso de un príncipe.

1 comentario:

  1. tu relato me evocó este verso:
    "Inevitables golosas
    que ni labráis como abejas
    ni brilláis cual mariposas
    pequeñitas, revoltosas
    vosotras amigas viejas
    me evocáis todas las cosas."

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