jueves, 15 de diciembre de 2016

Carta motivadora de una vida. (Pequeño recuerdo a una madre).

"Te quiere, mamá".
Así termina esta carta, como la mayoría de las que recibían los niños huérfanos de guardias civiles internos en aquel colegio, de sus madres.

Era la primera carta que ella le escribió, fechada el 1 de Octubre de 1969 desde aquel pequeño pueblecito, a 150 kilómetros de distancia, al día siguiente de la desgarradora despedida de su hijo de 8 años, ya no se verían hasta las vacaciones de navidad.

Casi 37 años después, ese papel tornado ya amarillento, con borrones de tinta en palabras pero aún legibles, secuela de lágrimas derramadas, en sus múltiples lecturas.

Ahora en esta habitación de Oncología, se la relee a su madre, con la voz tomada, con un nudo en la garganta, la humedad brota en sus ojos, también en los de ella. Es San Isidro, ella cumple 81. Quedó viuda cuando él tenía catorce meses, sus hermanas 6 y 11 años. Una vida entera de sacrificio para sacar adelante a sus tres hijos. Como decían en aquella tierra manchega, "trabajando como una mula": cosiendo para el pueblo y después para el barrio ya en la ciudad, también por encargo de un almacén; confeccionaba abrigos, vestidos, pantalones, chaquetas... ; dominaba el ganchillo, punto en la maquina de tricotar, hasta bolillos. Solicitó la portería de viviendas de guardias en la cuidad, para poder pasar juntos los fines de semana, sus tres hijos y ella, pues todos estaban internos, y no sólo verles en vacaciones como antes viviendo en el pueblo.

De pequeño se prometió a sí mismo y grabó en su cabeza como su lema y motivo de vida, que su mamá se sentiría orgullosa de él. Ella sería su fuerza y su estímulo, su ejemplo a imitar, para esforzarse en: estudiar y sacar buenas notas, comportarse bien, ser honrado, humilde, justo, pacífico, sonriente, buen compañero y amigo, no darle disgustos ni preocupaciones, procurarle las máximas alegrías posibles.

Su madre toda su vida le ha transmitido y dado ejemplo de: trabajo, humanidad, paz, tranquilidad, honradez, humildad, sencillez, seguridad, nunca levanta la voz, jamás pone mala cara, siempre guardando el dolor, tanto el físico como el del corazón, para ella.

Sólo una mirada entre madre e hijo y no necesitan palabras, se lo han dicho todo.

Él siempre orgulloso de su madre coraje y ella eternamente orgullosa al máximo de sus tres hijos.

Alguna gotita ha caído en el teclado del ordenador... el que escribe no es ajeno a esta pequeña historia.

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