Rápel.
Acercándose un poquito
más al borde del barranco donde se esconde la guarida del individuo más buscado,
al que ha seguido la pista durante semanas. Asegura el anclaje y los
mosquetones, lanza la cuerda y se desliza por aquella pared de roca tan abrupta.
Colgado divisa veinte metros más abajo la entrada a una cueva. Arriba una silueta familiar le tapa
el sol en la vertical, justo donde ha fijado la cuerda. Es su tío el fugitivo. A esa sombra le fascina contemplar el descenso vertiginoso, la caída libre de los que le persiguen, y en un
instante su sobrino, famoso cazador de recompensas, queda a
expensas de la gravedad.
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