martes, 2 de abril de 2019

Costumbre inadmisible


Costumbre inadmisible

El último día de vacaciones abandoné la tumbona con la colchoneta de rayas amarillas y blancas, y decidí explorar el faro, casi inaccesible en la cima de las rocas. Allí el fornido lobo de costa como hipnotizado por mi aparición, deslumbrado por mis palabras gaélicas a las que ayudaba el bikini en mi mano, me creyó sirena. Soporté sus sonetos trasnochados con aliento de ajo, amainé mi furia cuando desafinó con los pajaritos y el acordeón. Y de no haber sido por comerse las gambas con cuchillo y tenedor, todavía seguiría acompañada en este faro del fin del mundo.

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