martes, 24 de septiembre de 2019

Despiadados


Despiadados 

Nunca hubiera imaginado su utilidad oculta cuando la compré. Aquella toalla esmirriada de trapillo del Decathlon de cinco pavos, de papel de fumar, de un color naranja raro. Enseguida pensé que había tirado el dinero. Incorporada al equipo playero, como cada septiembre cuando el verano está a punto de mutarse en otoño, apurábamos la tarde solos en la cala, pues solo se accede a pie, los coches quedan en una loma tras las dunas. Las puestas de sol son espectaculares. Allí nos invadía la lujuria. Él hacía un hoyo y yo le cubría con arena, sólo quedaba fuera su cabeza. Pedía ansioso que me quitara la toalla y acercara mis pechos a su boca y después mi sexo. Los últimos meses se ausenta a menudo, mira con lascivia a otras.

Hoy mantuve la calma. Fuimos a la cala. Estábamos solos. Le tapé con la arena y cambié el ritual, le inyecté una anestesia para caballos y me quité la toalla, la arrebujé en su bocaza, me ayudé con el abanico cerrado hasta taponar la entrada nasal. Sus pupilas incrédulas suplicaban piedad. La misma piedad que rogó mi hermana antes de que él la violara.

1 comentario:

  1. Relato para el concurso de La toalla del boxeador, donde debían figurar las palabras "toalla" y "verano".

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