jueves, 16 de febrero de 2017

Anacoreta

Anacoreta.

En el lugar más recóndito de la isla hay una cueva de difícil acceso. Escalo las rocas con arduo esfuerzo. Allí descubro en las entrañas de la caverna,  a un vetusto y andrajoso anacoreta con mirada desconcertada. Me examina desconfiado sin pestañear y me pregunta si la guerra ya terminó, si ya vivimos en paz. Tras mi asentimiento, con gesto hospitalario y un atisbo de sonrisa oxidada, me confía su nombre, Matusalén, y me ofrece sus viandas. Aquel solitario y cavernario ser no había articulado palabra en los últimos años. Allí periodista y ermitaño comenzamos una interminable y curiosa conversación...

3 comentarios:

  1. Precioso!!!! Me ha gustado lo de "atisbo de sonrisa oxidada"

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  2. Precioso. Me ha gustado mucho lo de "...con gesto hospitalario y un atisbo de sonrisa oxidada"

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