martes, 5 de mayo de 2020

Viajes sin retorno


Viajes sin retorno


Al final del pasillo estaba la puerta de color caoba. Daba escalofríos. Olía a una mezcla entre azufre y coliflor. La estancia prohibida y misteriosa de la enorme casa de los abuelos, en la que vivíamos todos excepto el tío científico que marchó a Argentina. Empecé mis vigilias nocturnas. El sueño me vencía pronto. La tercera noche tomé un café bien cargado. A las cinco vi a mi abuela atravesar la puerta que dejó entreabierta. Aterrado decidí colarme y mis pupilas dilatadas divisaron un hombre con tres ojos y una ligera trompa. Reconocí a mi tío, ahora un viajero sin retorno.

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